MUSEO ETNOGRÁFICO DE CASTILLA Y LEÓN EN ZAMORA.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



El Museo Etnográfico de Castilla y León en Zamora, nace en un intento de realizar una arquitectura integrada en el contexto próximo, entendiendo por contexto, no solo el medio físico o topográfico en el que se va a insertar un proyecto, sino también el entorno cultural, social, material o técnico. Los proyectos que más nos interesan son aquellos que una vez construidos se funden con la morfología de la ciudad dando la sensación de haber estado allí siempre. Esto no quiere decir que renunciemos a una actitud de vanguardia, todo lo contrario, entiendo ésta como la única manera posible de construir en nuestras ciudades. Vanguardistas fueron en su momento la Catedral de Zamora, la Mezquita de Córdoba o la vecina iglesia de Santa María y hoy los admiramos como verdaderas obras maestras. El Museo Etnográfico de Castilla y León es vanguardista en su manera de relacionarse con el entorno, en la elección austera de sus materiales, en un cuidadoso y sutil estudio de la luz, en la espacialidad de sus interiores y en la sencillez y plasticidad de sus volumetrías. 



La imagen exterior del museo es la de un volumen cerrado que se abre puntualmente en determinadas zonas al exterior, buscando una relación visual con los elementos más singulares del entorno. 

La fachada a la plaza Viriato se resuelve mediante una doble piel, creando un espacio intermedio al que se abren las plantas primera y segunda. En un muro ciego de piedra arenisca de Aguilar de Campoo, se sitúa el hueco de acceso al Museo y una plataforma elevada y exenta permite una transición al interior a través de una secuencia de espacios de distintas escalas. La caja de cristal que recoge la escalera de la planta dos a la tres asoma en la fachada principal, conectando visualmente el interior en este punto del recorrido con la zona exterior de acceso al Museo 

A lo largo de la calle Barandales se proyecta un gran zócalo de la misma piedra, buscando una analogía con la arquitectura de la ciudad; un cerramiento ligero, de chapa de aluminio lisa, modulada, resuelve los volúmenes superiores del museo. Los materiales utilizados, piedra arenisca de Aguilar y chapa de aluminio, permiten por un lado, con la piedra, integrarse dentro de la arquitectura muraria de la zona, y con el revestimiento de la chapa, conferir al volumen mayor ligereza, ajustarlo a la escala del entorno y al mismo tiempo intenta situar la intervención en su momento histórico. 

Al finalizar la calle Barandales y en su encuentro con la calle Corral Pintado, se abre un hueco en ángulo mirando al ábside de Santa María, con la intención de incorporar esta pieza a la colección del Museo. El zócalo de piedra continúa por la calle Corral Pintado, integrando en él la hermosa portada del siglo XVI. Es la altura de esta potada de piedra la que nos marca la altura del zócalo. Una cubierta curva rematada con la chapa de aluminio, desahoga la estrechez de la calle y resuelve la transición con los volúmenes posteriores más altos sin alterar la escala de la calle Corral Pintado. 

A la ligereza del volumen del edificio contribuyen las características de la chapa al introducir en las fachadas pequeñas sutilezas de color, al reflejar los colores de los edificios de su entorno y la luz que le rodea en cada momento del día y época del año; El museo se mimetiza con el cielo en la parte superior gracias al revestimiento de chapa e intenta integrarse con el entorno, a través de su zócalo de piedra. 

Merece especial atención el cuidadoso estudio de la luz. Se ha considerado importante la iluminación artificial por el tipo de objetos a exponer y para posibilitar cualquier recurso expositivo. No obstante, todas las plantas de las salas de exposición permanente poseen una iluminación natural cenital, con el fin de dotar al interior de una luz y una atmósfera especiales. La luz de ambiente del conjunto de las salas se consigue con los lucernarios situados en la cubierta. Una luz natural de día y una luz artificial de noche con los focos de apoyo que se sitúan en los propios lucernarios. El espacio lateral de triple altura, donde se sitúan las rampas y un ascensor panorámico, dispone de luz natural. El muro medianero de las salas de exposición también. Es decir las salas de exposición se sitúan entre dos luminosos vacíos, buscando dar mayor sensación de ligereza e intentando diseñar un contenedor neutro expositivo. Esta solución ayuda a diferenciar más el volumen interior definido por las salas de exposición, y el volumen exterior definido por el cerramiento, ambos independientes como una caja dentro de otra caja. La luz natural cenital también está presente en las zonas de los talleres y la biblioteca. 

La luz de los lucernarios se complementa con la de las vitrinas, y ambas determinan la luz ambiente de las salas permanentes del Museo. Por la noche está prevista una luz de apoyo artificial, en la idea de mantener esa luz de ambiente. 

En la organización de la exposición de la colección y otros contenidos, se propone la idea de ordenar las vitrinas expositoras de las salas de la planta baja, primera y segunda perpendicularmente al vacío de las rampas, a base de vitrinas continuas de cristal y otros elementos a todo lo ancho de las salas. 

Todos los paramentos y techos del Museo se pintan en color blanco, a modo de contenedor neutro, en la idea de que el protagonismo sea exclusivamente para las piezas de la colección.



DATOS DE LA OBRA
Situación
Plaza de Virato, Zamora.
Concurso de ideas
Primer Premio. Julio 1994.
Fecha del proyecto
Noviembre 1997
Fin de obra
Diciembre 2002
Arquitectos     
José Antonio Lozano García
Roberto Valle González
Carlos Gallego Alonso 
Gemma Lalanda Sanmiguel (Proyecto)
Empresa constructora
Coprosa S.A.
Promotor
Junta de Castilla y León. Ayuntamiento de Zamora. Diputación de Zamora.
Presupuesto total
6 040 839 Euros.
Superficie construída
9 000 m2